martes, 3 de septiembre de 2013

Septiembre.

Puedo decir que este verano he aprendido mucho. 

He aprendido que algunas personas que tu consideras importantes en tu vida solo forman parte de la misma por interés; que desaparecen cuando ya no eres necesario para aprobar una asignatura o superar un problema. He aprendido que el pasado nunca vuelve. He aprendido que las promesas dichas con una sonrisa son una cruel mentira de la que solo el viento es testigo. He aprendido que el cariño para alguna gente, es proporcional a las molestias que te tomes en subirles el ego.
He aprendido que,  muchas veces, lo único que te salva de la desesperación es tu propia cabeza y tu imperiosa necesidad de mantener la esperanza, dejando correr las lágrimas con el agua de la ducha para que nadie pueda verlas ni conocer su historia. 


Por suerte, también he podido aprender que el lugar de trabajo se puede convertir en un refugio. Un refugio en  el que, si tienes suerte, encuentras a gente que merece la pena. Y tanto. De esa gente, que son capaces de recorrerse kilómetros para dejarte en casa para que no vayas sola. Gente que se da cuenta de cuando te arreglas más o de cuando llevas un bolso en forma de pez. Gente que te cuenta la experiencia de la vida, y no infravalora la tuya. Gente que te ve por dentro y no solo la coraza que llevas por fuera "para que no te hagan pupa". Gente que, en definitiva, en dos meses te lo pueden dar todo, esperanza, sueños, ilusión. 

Y ahora, vuelve septiembre. Y ya nada volverá a ser lo mismo. 
Y con lo que en este momento te quedas es con una burbuja de cansancio que te convence de que todo ha sido real. 


... Y volver a empezar otra vez. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario