domingo, 9 de diciembre de 2012

Sueños

"Verte; verte a lo lejos y empezar a correr.
No hay miedo, no hay dudas. Sólo estás tú y las pulsaciones forzadas por la carrera.
Y de pronto, tan cerca que te puedo tocar. Aguantar la respiración. Adelantar la mano, esperando notar el roce de tu piel contra mi mano."
Despertar.

Es duro. Es muy duro desear algo que está fuera de tu alcance. Es duro despertarse cada mañana con un único deseo en el corazón, y ver como día tras día ese deseo queda sin cumplirse.
Muchas veces, ese deseo se queda sin cumplir por miedo. Miedo a no ser sinceros, a pasarlo mal, a que luego no resulte ser lo mismo que habíamos pensado.
Otras veces, el sueño se deshace por ser eso, un sueño. Porque a veces, las estrellas fugaces no hacen más que alentar nuestro anhelo para luego disiparlo en el humo de la realidad.

"¿Qué más quisiera yo que poder vivir un sueño? Un sueño en el que todo salga bien, en el que te tenga a mi lado, en el que me abraces fuerte y no me dejes ir. Qué más podría pedir que notar tus dedos entre los míos,  tu pelo haciéndome cosquillas, tu risa inundando mis odios. Nada, no hay otro sueño mayor."

Es difícil decir adiós  a un sueño. Porque ese sueño nos representa, nos da alas, nos invita a tener fuerzas para todo. Ese sueño nos hace ser quienes somos, nos hace ver un mundo lleno de caminos y posibilidades. Es nuestra propia esencia. 
Y sin embargo, a veces es necesario decirle adiós para no caer presas de la desesperación y el desasosiego. Es necesario cerrar la puerta a ese sueño, aunque el portazo duela, para poder mirar hacia adelante.
Porque a veces, ese sueño que nos daba alas se puede convertir en nuestra droga, en un veneno. Un veneno que borre nuestros demás sueños, que nos obsesione, que nos consuma.

Y al final, ese sueño por el luchabas, es el que te acaba venciendo.


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