Los 5 elementos

He subido a la montaña más alta y he gritado tu nombre al cielo. Le he preguntado por qué no estás, dónde estás, le he preguntado si piensas en mí tanto como yo pienso en ti. He esperado su respuesta, pero ha pasado el tiempo y nada ha cambiado.
He bajado hasta el centro de la Tierra, y le he preguntado al Abismo más profundo por ti.  Le he preguntado si acaso él sabía donde estabas. Pero solo me respondió el eco de mi voz entre las tinieblas.
Y en un momento de desesperanza, me he tumbado en una ladera y he cerrado los ojos.

Y de pronto, cuando me sentía caer en la tristeza de no verte, he sentido el viento a mi alrededor.
Me ha traído tu nombre y tu olor.
He sentido la presencia del agua corriendo por un pequeño cauce. Y el agua me ha traído tu risa, el timbre de tu voz, tu vibrante melodía.
Y la Tierra, la tierra sobre la que me he tumbado sin pensar, me ha traído tu calor. El calor que cada mañana desprendías, ese calor que me arropaba, me tranquilizaba.
Cerrando aún más los ojos, he sentido el fuego. El fuego de tus ojos, el fuego de tus andanzas, de tu imaginación, de tus palabras.
Y de pronto, he notado el quinto elemento. El más fuerte. El más importante. He notado la energía de mi corazón. He notado cómo se me aceleraba el pulso cuando sentía tu risa, tu olor, tu calor... y te he visto, aún con los ojos cerrados. Te he visto dentro de mí, en cada momento. Te he sentido en cada palpito, en cada latido.

Ahora por fin, he comprendido. Estás en el viento que me trae tu olor. Estás en el agua que me trae tu risa. Estás en el calor de la tierra y en el crepitar del fuego. Y ante todo, estás dentro de mí, tan, tan dentro, que sé que nunca te irás, que nunca lo has hecho.