domingo, 13 de julio de 2014

Vividor o profesional

El mundo no está hecho para los débiles. Parece que esta es la lección que tenemos que aprender todos, lo que la sociedad nos intenta inculcar día tras día. Para triunfar, parece necesario aparcar cualquier sentimiento y cualquier emoción. Solo importa la apariencia, ser un superviviente a los sucesos. Vivir para luchar un día más. 

Cualquier sentimiento, emoción o demostración humana de afecto o sensibilidad se entiende como una falta de dureza, una falta de calidad profesional. Y también, muestra un punto débil para aquellos que no tengan problema en utilizarlo para crecer a tu costa. El cariño está sobrevalorado, y no supone una ventaja.

El ser humano ha perdido el norte. 

No considero que una persona sea menos profesional, o más débil, por mostrar su humanidad. No creo que la ilusión y la pasión quiten objetividad al trabajo. No creo que la tristeza haga que un trabajo sea menos importante. No creo que las ganas de despertarse al lado de otra persona, o el simple hecho de echar a alguien de menos te convierta en un profesional inestable.
No creo que querer a alguien tenga que ser un botón de autodestrucción. 

Muchas veces escucho la frase: "vivir para trabajar o trabajar para vivir". Creo que muchas de esas veces, nos olvidamos que la opción correcta es la segunda. Ser un profesional se entiende como la llegada al éxito, al reconocimiento, al dinero. Parece que la meta es firmar autógrafos, estar bien pagado, hacerse selfies con gente famosa y que dentro de 50 años aparezca tu nombre en los libros de texto. Aunque para ello tengas que olvidarte a ti mismo y convertirte en una máquina eficiente de carne y hueso.

Si este es el futuro de un profesional, no quiero participar de ello. Prefiero sentir un beso, llorar con una despedida, y emocionarme con una canción. Prefiero compartir mi vida y un café por las mañanas, prefiero besar todas las noches y conseguir una sonrisa con mi trabajo, mi esfuerzo y un poco de suerte. Prefiero que me sorprendan con una canción antes que con un diamante. 

Me gustaría vivir en un mundo en el que ser profesional, y ser humano, no sean antónimos. Un mundo en el que no se cuestione con quien compartes el tiempo, sino que la cuestión sea por qué no compartirlo más. Un mundo en el que el profesional sea respetado por amar a una sola mujer y querer formar una familia. Un mundo en el que ni el sexo, ni la religión, ni el amor, ni los gustos, tengan importancia alguna a la hora de trabajar siendo respetado y valorado.

Quiero vivir en un mundo en el que todos podamos ser profesionales capaces y preparados para el mundo, para soportarlo todo. Pero sin olvidar que lo que realmente hace grande a una persona es su condición de ser humano, su capacidad para amar, ilusionar y alentar a otras personas. 
Porque quiero vivir en un mundo en el que no nos conformemos con sobrevivir a lo que nos viene encima; sino que seamos agentes activos de cada suceso, de cada cambio, de cada experiencia, para salir dañados y fortalecidos de cada una de ellas.

Porque el ser humano es extraordinario.

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