Un año. 365 días.
Y aún sigo esperando. Sigo esperando que sean las 9 de la mañana y abras la puerta despacito porque llegas tarde. Sigo esperando ver esos rizos entre la gente de la cafetería. Sigo esperando que antes de un examen sonrías para darnos ánimos.
Porque todos, absolutamente todos, seguimos esperando que esto sea un mal sueño.
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Te he visto pasarlo mal, te he visto estudiar, con ojeras, de fiesta, te he visto reir, preocuparte y estar en las nubes. Eres una chica que nos da a todos la energía que nos falta cada día.
Eres esa chica que con su simple recuerdo, haces que las personas que te quieren sigan adelante día trás día.
Es por eso por lo que no te olvidamos, ni lo haremos nunca. Es por eso por lo que te queremos cada día que pasa. Porque eres una chica, pero no una chica normal. Eres una estrella. Nuestra estrella.
Hace un año, nos dijeron que teníamos que decirte adiós. Pero esa es una palabra que nunca pronunciaré. Porque decir adiós significaría haberte olvidado, haber pasado página, significaría que ya no estás.
Y eso sería mentir.
Porque cuando veo sonreir a algunas personas, veo tu sonrisa en sus caras.
Porque cuando la música suena, se que tu bailas en la melodía.
Porque se que cada día 3, cientos de corazones aún suspiran
Simplemente, porque se que al cerrar los ojos, eres tú la primera que aparece.
Nunca te has ido, no del todo. Sigues aquí, en cada paso, en cada esfuerzo, en cada risa y en cada canción. Vives en tu familia, en tus amigos de toda la vida, en los nuevos, vives en cada recuerdo y en cada momento sin tí. Vives en cada latido que nos duele, y en cada latido que nos hace levantarnos.
Tal vez ya no pueda cogerte la mano, ni rozarte el pelo ni darte un abrazo. Pero al mirar hacia arriba, siempre hay una estrella que brilla más que las demás. Y eso es algo que ni el tiempo podrá cambiar jamás.
Un año más, y sin palabras suficientes para definirte. Alba Díaz Torresano
Dicen que cuando una persona se aleja de tu vida, sientes un peso en el pecho por todo aquello que nunca pudiste decirle. Y en esos momentos, la mejor cura es el fuego.
Escribir todo aquello que quisiste decir en un trozo de papel. Solo hace falta papel y boli. Puede ser una frase, una palabra, o cientos de páginas. Cuando terminas, tienes que quemarlo y así, el peso del corazón es un poco más pequeño.
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